Blog de economía contra la sabiduría convencional

viernes, 6 de noviembre de 2009

Reformas del mercado laboral

Continuando con estos posts sobre las reformas que los economistas consideran necesarias para salir de la crisis, vamos a tratar una de las más relevantes y (a la vez) en las que menos consenso existe. Se trata ni más ni menos de la reforma del mercado laboral. Cuando se habla de ella se alude a los mismos orígenes de la economía. Los economistas clásicos decían que el salario de un trabajador era flexible tanto al alza como a la baja. Esto quería decir que si durante un auge éstos empleados trabajaban mucho, aumentarían su salario en la misma cuantía que su productividad (lo que produce un trabajador por hora) , y cuando la demanda se reduzca por una crisis, los trabajadores reducirán su salario de forma que no sea necesario perder el empleo.

Como esto no se lo cree nadie, en la actualidad las cosas no son así. En los salarios ahora se negocian entre las empresas y los representantes de los trabajadores (sindicatos), y suelen ser a nivel nacional y por varios años. En otras ocasiones se suelen actualizar al alza por la inflación (indiciados). Por esto se dice que el mercado laboral español es muy rígido.

Un poder de negociación fuerte es beneficioso para los trabajadores, que tienen unos salarios estables y al alza que mantienen su poder adquisitivo y reduciendo o no aumentando las desigualdades de clases, lo que lleva a un clima de confianza. Sin embargo, este poder puede ser un arma de doble filo que dirijan los sindicatos al cuello de los trabajadores sin percatarse.

El problema de una negociación fuerte es que, si el empresario tiene que pagar un salario muy elevado a los trabajadores, quizá no le convenga contratarles, y opte por que los que estén ya contratados suplan el trabajo de los otros con horas extras, o simplemente producirá menos, entrando en un estado de hibernación. En determinadas circunstancias unos salarios altos provocan más paro.

En España se han buscado medidas alternativas evitando tocar la rigidez laboral, a través de estímulos fiscales que devolvieran el consumo de las familias a la normalidad. Estas prácticas no han dado el resultado previsto. El peligro que supone para las arcas públicas un aumento de las partidas del desempleo puede ser nefasto. Si se reduce el desempleo no tiene por qué reducirse el gasto, ese dinero puede ir destinado a políticas redistributivas que hagan más equitativa la sociedad. La solución al desempleo se está retrasando, ¿por qué? cuando no quede margen para los estímulos fiscales, la reforma será ineludible.

Los estímulos fiscales tienen los días contados. España no para de recibir toques de atención por parte del BCE, para que no se olvide de que está sujeta a normas fiscales (sean o no válidas, pero debe de acatarlas si quiere estar en el euro).

No nos quedemos solo en lo malo, si la gente protesta por la flexibilidad laboral, por algo será. Esta reforma, si se orienta a una reducción del poder de los sindicatos, significaría pérdida de años de lucha de los trabajadores por un salario digno y una posición laboral estable. Quién le dice a un trabajador al que van despedir, pero que no se preocupe, que es por el bien de la economía.

Quiero terminar diciendo que la reforma laboral no tiene por qué significar el despido libre, como dicen los sindicatos, sino que puede ser a través de un salario que evolucione al mismo porcentaje que el del colectivo de los funcionarios. Así serían aumentos muy leves, pero que no supondrían bajadas de salarios, o las subidas poco coherentes que plantean los sindicatos. Tampoco sería válida la propuesta de la Confederación de Empresarios (CEOE) de rebajar las cotizaciones sociales, ya que son las que sostienen el sistema de pensiones español, y las perspectivas de éste a largo plazo no son para tirar cohetes. La no sostenibilidad de las pensiones se hace una realidad cada vez más patente, y no se puede eliminar su fuente de recursos.

Hay que tener en cuenta que existen muchos intereses creados, y no se puede hacer mucho caso ni a los sindicatos ni a las patronales. Ninguno de los dos colectivos tienen incentivos directos a que se solucione el problema, porque a quien realmente afecta son a los trabajadores.

Aunque no se puede hacer mucho caso a lo que dicen unos ni

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